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DepresiónExperiencia de pacientes - DepresiónPrimeros síntomas

Primeros indicios y episodios

By 11 noviembre, 2014mayo 19th, 2020No Comments

En este apartado las personas afectadas por depresión explican de qué manera fueron percibiendo los primeros indicios y experimentando los primeros episodios que les indicaron que algo en sus vidas estaba cambiando, que ya no se desarrollaba de la manera habitual.

Esos episodios se iban intensificando hasta transformarse en un problema, o bien se iban sumando a los malestares ya existentes; incluso podían aparecer de manera repentina.

Algunos de los entrevistados indicaron la presencia continuada de indicios o síntomas comunes de la depresión – desgana, insomnio, tristeza continua- y manifestaron que algunos habían sido más identificables que otros.

A continuación, se describen los síntomas más comunes y cómo los vivieron:

SÍNTOMAS

Cambios en la conducta.

En el caso de Teodoro se asocia la pérdida de ganas de hacer cosas con la sensación de pena, las dificultades para dormir y deseos de aislarse.

“Sí hombre, pues, síntoma digamos de pena, por decirlo de alguna manera. Un abatimiento que no tienes ganas de nada. Ganas, me refiero que te da igual quedarte en casa. Casi más prefieres quedarte en casa y si te dejan solo, casi mejor. ¿Sabes? como en el sentido de decir “-Bueno, pues que voy a ver la tele o voy a ver esto”. Procurar inhibirte lo más posible, a lo mejor te invitan a… me decía la mujer “-Vamos a dar un paseo y verás cómo…”, “-Vete si tú quieres que yo me quedo en casa”. O sea, auto-aislarse. ¿Mañana qué? ¿Mañana otra vez en casa? ¿Y pasado? Pues, ese sería; la sintomatología de abandono o de dejadez o de inapetencia de hacer algo, de hacer algo, lo más elemental. Lo que sí, que es cierto, que luego, una vez que a lo mejor empiezas a hacer algo, si es físico, de mover un mueble o de hacer cualquier cosa, se me va la cosa esa, de eso. Pero ya llegar y decir : “-No tengo ganas de hacer nada”. Eso, a veces esa situación, y sin ganas de hacer nada, nada, nada, ni de salir a dar un paseo de nada. Ese era lo peor que te. Y vas a la cama, te despiertas pronto y dormías mal, venga comerte el tarro y venga pensar cosas que no tenían sentido de correlación. Y es mal, o sea, encontrarte, pues, encontrarte mal, mal.”

Tristeza

Los síntomas de Rosina fueron de tipo afectivo, como sentimientos de tristeza profunda.

“La primera vez de todas, yo creo que fue hace dos o tres años, fue la primera vez. Siempre me pasa lo mismo, me entra una tristeza profunda. Una tristeza profunda, profunda, profunda me pongo a llorar, a llorar, a llorar y ahí comienza.”

Rafael comenzó a sentir tristeza sin poder explicar las razones de por qué sucedía.

“Empiezas así, empiezas a ponerte triste, síntomas por… ¿Qué si me preguntan a mí? ¿O por qué circunstancias? Hombre, que te podía decir algo, pero, pues no lo sé. Que viene, nada, así, bueno, no sé. Y empiezas y bueno y poco a poco vas cayendo, vas cayendo, no tuve casi nunca a nadie que, quizás, me apoyara un poco o que hiciera algunas actividades ¡Algo! Y a pesar de que trabajaba, que eso ha sido una gran suerte mía.”

Para Myriam, la tristeza se combinó con problemas para dormir, estados de ansiedad y estrés, a pesar de que tenía un entorno familiar y laboral satisfactorio.

“Pues, una tristeza infinita, a pesar de que… O sea, encima de que yo decía: “-Pero vamos a ver ¿Por qué estoy triste? Tengo un trabajo que, aunque no sea muy estable, tengo un trabajo, mi hija está sana, mi madre está bien”. A pesar de eso yo tenía una tristeza enorme, un trastorno del sueño importante y ya te digo, también acompañado de trastorno de ansiedad, por ese estrés también que tenía. Y bueno, me costaba la vida levantarme por las mañanas.”

La mayoría de los participantes experimentaron una combinación de varios episodios “desconocidos” y/o síntomas que fueron las alarmas que impulsaron la primera consulta a los profesionales de la salud.

Trastornos del sueño y otros cambios

En la experiencia de Antonia, la pérdida de sueño se presentó como el síntoma más marcado, al que se le fueron agregando otros.

“Pues cuando nació mi hija, que tenía yo muchas ganas de ser madre, porque ya fui con treinta y cuatro años y era una ilusión muy grande, muy grande. Tengo la niña y a raíz de tener la niña, pues, perdí sueño. Perdí el sueño, perdí el sueño y ya como que empecé a caer, pues, en una depresión. Ya sin ganas de nada, me tuve que ir a casa de mi madre para que me cuidara la niña. Y, poco a poco, pues, en un pozo sin fondo. Que nada, no tienes ganas de nada, ni de comer, ni de vestirte, ni de cuidar a tu hija. Te sientes incapaz de todo, no tienes ganas de ver a nadie y así fue como caí en la depresión.”

María del Carmen no podía dormir durante la noche; durante el día se sentía muy cansada y le faltaba concentración para hacer las tareas cotidianas.

“Yo le decía a mi madre que no dormía por la noche. Y al otro día no podía con mi alma. Estaba muy mal. Y me decían pues: “-¿Qué te duele? ¿Qué…?”. A mi no me dolía nada, me dolía todo y no me dolía nada. O sea, yo me sentía fatal porque, claro, al no dormir, muy cansada, muy agotada, la cabeza no me tiraba para estar en lo que tenía que estar y todo eso. Y estuve bastantes años pasándolo muy mal.”

Pilar cuenta que sólo quería dormir.

“Pues, que no tenías ganas de levantarte. No querías más que dormir. Y sueño, sueño, no querías más que dormir. Te resultaba muy pesado, la carga que tenías. O sea, el vivir te parece que es pesado ¿Para qué, para qué?.”

El síntoma más significativo que presentó Pilar fue insomnio. En ese momento estaba amamantando a su bebé y tuvo que suspender debido a la medicación que le indicó su médico.

“Tampoco dormía. Porque yo lo primero que hago, es no dormir. Entonces, ya me desespero del cansancio y del agotamiento físico que tengo. Pues sí, en ese primer mes digamos de adaptación ya fui al médico. Estaba sin dormir y me encontraba muy, muy cansada. Tampoco podía tomar nada rápido porque le estaba dando el pecho. Entonces, digamos que, pues sí, dos meses, ya deje de darle el pecho y tomé cosas para dormir.”

Javier no tenía ganas de hacer nada Y no podía descansar por las noches.

“¿Y qué sentía usted Javier en ese momento, qué sentía, los síntomas, o qué le pasaba? ¿Los síntomas? A ver, los síntomas, los síntomas no tienes ganas de hacer nada, ni de comer, es que nada, es como yo qué sé, como una escoba, nada, no tienes moral de nada, y… no sé. Las ganas de no hacer cosas. De no hacer cosas. Es que a ver, si no puedes descansar por la noche tampoco tienes fuerza para emprender el día. ¿Y por la noche? Por la noche era imposible descansar, es que a la que metía en la cama aquello era… bueno, un desborde, un caos, aquello fatal.”

Pérdida de memoria, falta de concentración.

Ramón empezó a notar una pérdida de memoria, falta de concentración y desorientación espacial que se le hizo evidente en su trabajo.

“Me encuentro sin capacidad, sin argumentos, sin coherencia de poder estructurar un mensaje o un discurso hablando de un tema determinado. Me veo, sí, como más mal en ese sentido, como si me hubieran cortado las alas. Había perdido mucha orientación espacial, que tenía mucha. Imagínate por el trabajo. O el trabajo había sido consecuencia, pues, de la manera de ser ¿no? Pero aquello, que antes te orientabas la mar de bien y en cambio pues llegó un momento que no sabía si estaba mirando para arriba, para abajo, para la derecha o para la izquierda… totalmente desorientado, y ahora lo he vuelto a recuperar bastante también.”

Vértigo

Para Antonia el vértigo fue el síntoma que más relaciona con el comienzo de la depresión.

“Yo creo que esos vértigos me dan a mí como síntomas de la depresión. No sé si es que me aprieta o que yo no estoy cómoda, pero yo creo que aunque a pesar de que la espalda da y de las cervicales, esos principios de vértigos fueron, para mí.”

Anhedonia

Myriam relata la aparición de la anhedonia, que es la ausencia de interés hacia lo que sucede en el entorno.

“No era la tristeza que tenía recién fallecido mi marido, sino tenía una que es difícil de explicar. Que lo ves todo gris, como si fueras andando con una nube encima ¿no? gris ahí, todo, todo, no le ves color a nada. Una anhedonia enorme. Se pierde el placer por las cosas que te gustan, deportes. Te procuras centrar en lo fundamental que… tus hijos, tu familia. Pero era una pérdida absoluta de las cosas cotidianas que te gustaban y que disfrutabas. Y ahí fue cuando ya me preocupé y empecé a pensar que necesitaba apoyo de otro tipo.”

Para algunas personas fue muy marcada la presencia de síntomas físicos, como la “sensación de infarto”, “muerte inminente”, presión en el pecho, palpitaciones, mareos, baja tensión o adormecimiento de piernas y boca. Cuando acudieron a consulta médica, estas personas supieron que la conjunción de esos síntomas estaba relacionada con lo que se denomina “crisis de ansiedad”.

Elisa Isabel comenzó a sentir palpitaciones mientras conducía su coche, además de la reducción de actividades habituales y la pérdida de ganas de hacer cosas que le agradaba realizar hasta entonces. Como consecuencia comenzó a sentir la necesidad de quedarse en casa.

“Empecé a notar, iba en mi auto y empecé a notar que me daban palpitaciones, una noche viniendo del trabajo y como si me fuera a producir el infarto. Se me metió en la cabeza que yo me iba a morir de un infarto, igual que mi padre, fulminante. No quise darle demasiada importancia, yo seguí cogiendo mi coche, seguí yendo a trabajar, pero cada vez que pasaba por el mismo sitio, empezaban a venir esos problemas. En ese momento, pues, yo estaba trabajando, cuidaba de mis abuelos, llevaba mi casa para delante. Fue todo un cúmulo de cosas que hicieron que poco a poco yo llegara al punto de decir: “-No puedo más”. Y yo ya no podía más. Me empecé a tener a miedo a salir a la calle, empecé… Me montaba en los autobuses y me daban palpitaciones, iba en mi coche y me ponía malísima. Era como, necesitaba… sólo me sentía bien cuando estaba en casa. Ya empezaba a necesitar este refugio. No tenía ganas de salir, empecé a perder las ganas de salir, las ganas de todo, ya no me sentía tan fuerte como había sido siempre. Dejé de sentirme tan independiente porque necesitaba de otra persona para poder salir.”

Para Guillermo, el primer síntoma de su depresión fue un episodio de pánico en el trabajo.

“Recuerdo que, pues, al cabo de meses, tres, cuatro meses, tuve un episodio de pánico aquí en el trabajo y me fue imposible, pues, permanecer y me marché a casa.”

Manuel tenía un exceso de actividades, estaba siempre muy nervioso y dormía poco; hasta que un día comenzó a sentir temblores.

“Estaba siempre con un nervio dentro, que era incansable, nunca me cansaba, no sé cómo lo hacía porque ahora a la mínima ya me canso, porque es muy psicológico, pero es que no me cansaba, podía hacer cualquier cosa. Me iba a dormir y, a lo mejor, no me dormía de los nervios, de los nervios que tenía, de que todavía podía hacer más cosas y, a lo mejor, me levantaba, daba vueltas por casa y las hacía. O me iba con los compañeros de piso a sentarme un rato a hablar con ellos. Y bueno, eso fue el principio, estaba ahí, pero ahí yo estaba siendo muy feliz, me sentía muy realizado con todo lo que estaba haciendo. Hasta que un día, pues, empecé a notar que temblaba, tenía temblores, los párpados también no paraban de darme tembleques. Entonces me estaba dando cuenta de que estaba haciendo más de lo que podía, encima durmiendo poco; ni yo mismo me dejaba dormir. Es que era como una obligación a mí mismo de hacer, hacer cosas, hacer cosas y no parar. Era un puro nervio, además tengo la constitución esta delgadita que también me influye un poco. No hacía nada de gimnasia, no hacía nada de deporte, simplemente lo que hacía era correr de lado a lado en el trabajo o el ejercicio que hacíamos en el teatro. Eso también me salvaba un poco. Y bueno, a ver, que memorice un poco cómo sigo luego. Después ahí fue cuando se empezaron a complicar… todo hasta ahí iba muy bien ¿No?”

Para otras personas la repetición de estas crisis de ansiedad les provocaba limitaciones de diferente tipo, como miedo a salir a la calle, pérdida de independencia para realizar actividades sociales y desorientación espacial.

En la experiencia de Eva María se combinaron algunos síntomas físicos -mareos, baja de tensión y crisis de ansiedad- con síntomas cognitivos como la desorientación.

“Continuamente me daban mareos, me bajaba la tensión, me daban crisis de ansiedad, me han dado muchas crisis de ansiedad. Y muchas veces, porque estuve muy mal. Yo me subía en el autobús y yo no sabía en la parada que me tenía que bajar. Yo al conductor le daba el dinero, si no llevaba bono bus; y yo no sabía si me tenía que dar la vuelta o no. Es que yo iba ¡Vamos! Una sensación de que… como que tú no estás. Que todo pasa alrededor tuyo pero tú no te das cuenta de nada.”

Otras personas no habían percibido que esos episodios podían ser síntomas de depresión hasta que acudieron a una consulta médica. Algunos acudieron al médico de cabecera, otros a la guardia de un hospital o excepcionalmente, ingresaron por urgencias en un centro de salud mental. Otras personas recurrieron a la consulta con un especialista particular: psiquiatra o psicólogo/a clínico/a.

A Begoña se le manifestaron distintos síntomas físicos que ella describe como sensación de muerte. Esta crisis de ansiedad se le repitió dos veces más y le prescribieron medicación.

“Me dieron tres ataques de ansiedad bastante seguidos. El primero, como no sabía lo que era, yo creí que era un ataque al corazón. Pues, íbamos además mi marido y yo ¡La mar de bien eh! contando unos chistes en el coche y de repente empiezo a sentir que se me empiezan a adormecer las piernas, la boca, mucha presión en el pecho: “-Alfonso, que me está pasando algo, Alfonso que me muero”. Y en Villacasín, que no se me va a olvidar nunca ese pueblo, es un pueblito chiquitín. Mi marido, diga, que se metió hasta por debajo de los trailers. Multa, no nos ha venido nunca pero pisó a tela. Porque yo me moría, yo le decía: “-Alfonso yo me estoy muriendo, me falta el… me está dando algo al corazón”. Y ya, cuando salí en el pueblito ese que era nada, tenían un dispensario médico. Las chicas lo primero que hicieron fue aislar a mi marido. Porque yo ya iba inconsciente y luego me metieron una pastilla bajo la boca, yo de eso sí me acuerdo. Y reaccioné. Y me dijo: “¿-Qué le ha pasado señora? ¿La ha maltratado su marido?”, “-¿Qué dice usted?”, digo: “-Si mi marido es un ángel” … “-Pase señor”. Claro, porque ellos no sabían nada, y me dijo: “-Le ha dado a usted un ataque de ansiedad” y digo: “-¿Por qué? si yo…” Y dice que dan cuando más relajada estás. Si has tenido, por ejemplo, que estás con la adrenalina a tope o muy metida en una cosa y luego tienes un momento de relajación, ahí te vas abajo. Entonces me dijeron lo que tenía que hacer. Y me dijeron, el Alapryl ® [principio activo Halazepam] en vez de bebido, masticado, la bolsita de aire esa de que… y me dieron, eso fue en Enero, como a los veinte días me dio otro y ya hace mucho que me dio otro, ya no me han vuelto a dar.”

Hubo participantes que acudieron a consulta profesional por su propia iniciativa, mientras que otros lo hicieron por consejo, solicitud o acompañamiento de personas cercanas de su entorno.

Según Rafael, sus síntomas se fueron desarrollando muy lentamente durante años, pero lo que le impulsó a la consulta médica fue el insomnio persistente.

“Esto fue muy lento todo, muy lento, no fue dos meses ni un mes, fue años, años. Hasta que un día, de estar 4 meses sin dormir ni una hora, porque me metía a dormir y había un reloj en la iglesia que ahora ya no está, y daba las horas. Y me metía a lo mejor a las 12, y 12.15 me levantaba ya, ni 5 minutos. Y estuve por lo menos 5 meses sin dormir nada, pero ni 5 minutos, cómo vivía yo no lo sé, cómo vivía no lo sé.”

José acudió a consulta médica guiado por otras personas de su entorno que notaban el deterioro de su situación anímica.

“Aunque tú te estás comportando normalmente dentro de los rituales de la vida. Sin embargo, hay aspectos que ya llaman la atención, no a ti, sino a tu entorno. Porque si algo tiene la depresión es que al final te importa todo tres narices, el qué dirán, lo que piensan de ti, porque si algo tiene un depresivo es que no oculta su situación, su cara lo dice todo.”

Vicente tenía dificultad para dormir, llanto al despertar, pérdida de peso. Cuando sufrió una crisis de ansiedad sus familiares lo acompañaron al médico.

“Era un… No dormía, cuando yo soy una persona que duerme todo y más. Me despertaba, por ejemplo, a las dos o a las tres de la mañana llorando. Luego no me volvía a dormir. Mi hermana en ese momento estaba en Madrid trabajando para esta empresa. Y había veces que, a lo mejor, a las cinco de la mañana la llamaba. Y ella se tenía que levantar a las siete para hablar porque es que era una situación… mal, muy mal. En cinco años no había habido un brote, digamos psicótico, [VER GLOSARIO] tan fuerte como este. ¿Un brote psicótico, te dijeron? Vamos, que esto lo he puesto yo. A mí me dijeron que había sido un ataque de ansiedad con un brote psicótico. Y que bueno, que verdaderamente estaba bastante mal. No me había dado nunca una crisis de ansiedad. Aquí lo comentábamos, pues, lo que era una crisis de ansiedad y tal. Yo no la había pasado nunca, la verdad es que nunca había tenido. Y la… conforme explicaban ellos y todo eso, pues, lo relacioné y cuando llegué allí dije “-Médico de urgencias, necesito que me miren porque es que…”. Y la verdad es que era una crisis de ansiedad bastante fuerte. Me inyectaron… Te ponen las inyecciones estas que te ponen para relajarte, tengas lo que tengas, es como la aspirina, te la ponen y ya está. Me calmé, empezamos a hablar y me dijo: “-Vente mañana que te visite tu médico de cabecera. Yo te consigo una hora y lo solucionamos”. Soy una persona que cuando está nerviosa engorda. Aquella vez fue todo lo contrario: perdí. Entonces, yo, cuando estoy bien, mantengo un peso más o menos equilibrado. Ahora estoy gordo por la depresión, porque me da por comer.”