La salud no tiene precio, pero sí tiene un coste. Los recursos son limitados y poder determinar dónde invertir y qué beneficio social tendrá es complejo. Por ello, los expertos buscan fórmulas para conseguir un modelo lo más equitativo y transparente posible donde se pueda medir la efectividad en años de vida con calidad para los pacientes y los costes de los tratamientos. En este sentido, el Servicio Canario de la Salud (SCS) lidera un proyecto financiado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (MSSSI) en el marco de las actividades desarrolladas por la Red Española de Agencias de Evaluación de Tecnologías Sanitarias y Prestaciones del Sistema Nacional. Este proyecto tiene como objetivo facilitar la incorporación de la evaluación económica en la toma de decisiones sobre financiación sanitaria.
Laura Vallejo Torres es economista de la salud y forma parte de este proyecto. Explica que “siempre cuesta mucho pensar que se le está poniendo un precio a la salud. Pero estos criterios objetivos que determinamos con este trabajo se basan en una idea que no podemos pasar por alto: el dinero es limitado y hay que gastarlo de la mejor manera posible para que, al final, la población pueda tener la mejor salud posible con el presupuesto que tenemos”. Insiste en que el mensaje principal que mueve este tipo de estudios es que “cuando se utiliza el dinero en algo no está disponible para nada más”.
Lo que se quiere evitar es que se tomen decisiones arbitrarias o sin tener todos los datos en la mano. La economía de la salud y este tipo de abordajes son aún limitados en nuestro país. Sin embargo, “en Reino Unido están establecidos desde hace años y cada vez que aparece un nuevo tratamiento se utilizan estos métodos para determinar si incluirlo o no en el sistema sanitario público”, explica Vallejo.
Pero… ¿cómo medir algo tan subjetivo como la salud? La respuesta es que se hace una estimación de la calidad de vida que los pacientes tendrían con y sin los tratamientos bajo estudio y el tiempo de vida que vivirían. Esto es lo que los técnicos llaman AVAC que son las siglas de Años de Vida Ajustados a la Calidad. Laura Vallejo remarca que “la calidad de vida es algo muy personal, por eso los estudios que estiman la calidad de vida de diferentes estados de salud emplean un número representativo de personas para poder asignar un valor númerico a cada estado”. “Convertir la calidad de vida en números es complejo porque hay partes que pueden parecer subjetivas”, afirma la experta Laura Vallejo y añade que “desde los años 80 se han ido desarrollando metodologías que utilizan diferentes técnicas. Para describir el estado de salud de las personas se usan cuestionarios muy sencillos donde se determina si la persona tiene problemas de movilidad, dolor, depresión o ansiedad, etc. Con esto se puede describir el estado de salud de la persona. A partir de ahí se usan otras técnicas como son la Compensación Temporal donde se le pregunta a una muestra representativa de la sociedad cuestiones referentes a “cuántos años de vida estarían dispuesto a sacrificar por tener mejor salud… de esta forma se logra un valor numérico en términos de calidad de vida para cada problema de salud”.
Estas medidas permiten estimar los efectos de diferentes tratamientos en términos de AVAC, y los estudios de coste-efectividad calculan el coste por AVAC ganado de diferentes tratamientos. El objetivo es determinar si el coste adicional que impone la incorporación de una nueva tecnología al sistema sanitario está justificado por las mejoras en salud que son capaces de generar en los pacientes a las que van dirigidas. Sin embargo, para poder determinar si el coste por AVAC de un tratamiento sanitario está justificado y así alcanzar una conclusión sobre si el tratamiento es o no considerado coste-efectivo, debemos conocer cuánto está dispuesto y es capaz el sistema sanitario de invertir por un AVAC, cifra que se conoce como el umbral de coste-efectividad en los tratamientos sanitarios.
Para poder estimar este valor en este proyecto se ha calculado cuánto cuesta generar salud en nuestro sistema sanitario español. Es complejo, pero tras analizar datos de todas las Comunidades Autónomas se ha determinado que en España cuesta en promedio entre 20.000-25.000 euros añadir un año de vida con buena calidad a una persona. “Este valor nos indica que las intervenciones que se valoren incluir dentro del sistema sanitario deberían de tener un coste por AVAC inferior a este valor para que su incorporación no genere una pérdida en salud en la población”, afirma Laura Vallejo. Este tipo de técnicas se aplican para poder ayudar a los que toman decisiones de salud.
Por otro lado, se ha comenzado a avanzar en una nueva investigación que tratará de estimar desde la perspectiva de los pacientes y la población general el valor monetario de un AVAC. De esta forma se espera proporcionar una información completa al MSSSI para que se valore y facilite la incorporación del criterio de coste-efectividad como herramienta en la toma de decisiones.